Noche del 15
de mayo de 1941
Mi esposa e hijos adorados:
Estoy viviendo las ultimas horas de mi vida y
mi alma se va tras de vuestro recuerdo para llevaros toda la
grandeza de mi cariño.
He tenido mala suerte; no ha servido la
limpieza de mi vida y la nobleza de mi ejecutoria para impedirás
este desenlace de dolor y de lágrimas.
Me voy del mundo con la satisfacción y el
orgullo de haber cumplido con mis deberes, sin daño ni quebranto de
nadie. Sembré el bien por doquier hasta entre mis adversarios. La
vida me recompensa así. Me siento orgullos de encontrarme superior a
los demás. Sentid también vosotros este digno orgullo mío, y que él
sea el lenitivo que enjugue vuestras lágrimas y ahuyente vuestra
pena.
No me duele morir, siendo inocente. Lo
doloroso seria morir culpable.
Ya no podré pagaros con mis sacrificios y mis
ternuras, la abundancia de cuidados y abnegaciones que en mí habéis
derrochado. Pero este deber que con tal sublimidad habéis derrochado
Dios y la vida os lo recompensaran.
Dolores, hijitos; no lloréis, no sufráis. Lo
irremediable no debe haceros penar. Cuídate, no estás bien y los
hijitos te necesitan ahora más que nunca. Bésalos por mí, tanto como
yo les hubiese besado; erais el cariño y la preocupación más honda y
dulce de mi vida.
Continúa su educación llevándolos siempre por
la senda de la honradez, dignidad y nobleza por la que ya caminan
impulsados por la ejemplaridad de nuestras vidas sencillas.
Solo por vosotros me cuesta tristeza abandonar
la existencia y un dolor infinito me acongoja el pensar en los días
que os esperan. Pero ¡animo y valor!. Ya vendrán para vosotros y
para todos días mejores y mi nombre de sacrificado recuperara el
rango moral que me pertenece y que no habrá logrado manchar nadie.
Todo este pueblo me conoce y sabe que mi corazón solo tuvo capacidad
para el bien.
Adivino el sentimiento general que producirá
mi sacrificio en ese pueblo tan poco comprendido y mal interpretado
por algunas gentes. Vaya también para él, mi amorosa despedida.
Muero por haberle servido, no en sus
violencias ni en sus pasiones posibles, sino en sus humanas
apetencias y justas necesidades. Mi obra, mi nombre y mis sueños,
ahí quedan. no ignorados ni aun entre los adversarios que tan
ligeramente han dado margen a este desenlace.
Oye, Dolores. En este instante supremo, como
estimulo para morir orgulloso de mí mismo, vienen a mi memoria todas
aquellas instrucciones hijas de mi iniciativa merced a las cuales
sembré con entusiasmo entre tantos desvalidos, el lenitivo para sus
dolores, la saciedad de su hambre, la moralidad a su conducta y el
freno a sus pasiones. Esto me hace estar contento de mí mismo en
esta hora suprema de mi vida. ¿Y mis niños de las escuelas? Trozos
de corazón que fui dejando en mi camino.
Hijitos, imitadme siempre en mi conducta para
con todos. Perdonad como yo les perdono, hasta a quienes os quitan
mi amparo, mi cariño y os arrancan las más dolorosas lágrimas de
vuestro vivir.
Gonzalo, estudia y trabaja, hijo mío. Por
mama, por tus hermanos, por ti. Se digno de Serafina siempre y
piensa que por sus virtudes y su abnegación yo la hubiera llamado
con satisfacción, mi hija muy querida.
Amosito, quiero que estés sereno y sufras el
dolor de mi muerte, con el estoicismo prudente y digno, conque yo
vivo mis últimos instantes. Llevaos bien todos los hermanos, como
hasta ahora y mimad a mama, cuya situación actual tanto lo necesita.
Lolita, mi hijita. Se siempre digna, limpia y
honesta como eres. Estudia, lee y aprende. Así honrareis la memoria
de papa y todos os seguirán queriendo como hasta aquí.
Paquito, hermoso. Yo sé que me necesitabas
como todos, para completar vuestra formación personal y profesional
pero ya que yo falte, obedeced a mamá, y a ese puñado de nobles
amigos, entre los que hallareis consuelo, ayuda moral y dignos y
saludables consejos.
Mi Aurorita, mi vida. Ya no serás como decías
"la niña de mi vejez", pero te queda mamá y los hermanitos. Apoya
en ellos tu cariño y tu ilusión.
¡Cuánto os quiero a todos! ¡Cuantos besos y
ternuras me llevo en el alma, sin poder expresarlas y enviároslas de
hecho como testimonio de mi cariño inmenso!
Tened todos en vuestra pena la dignidad y la
prudencia más exquisitas y tened la seguridad y la esperanza de que
la Justicia Eterna, velara por vosotros y por todos hoy y en el
porvenir.
Conste que estoy tranquilo a pesar de que os
pierdo y de que confiado, mas en la situación serena de mi
conciencia que en la justicia de los demás, llegue a creer como me
decíais en la conmutación de mi condena.
La suerte no lo ha querido. ¡Cúmplase la
voluntad de lo Alto y que Él demande a quien corresponda la
responsabilidad moral de mi muerte.
Constante, hermano querido, no decaiga tu
animo ni tu ilusión de vivir. Te necesitan todos; los tuyos y los
míos, que desde ahora son tuyos también. Te instituyo heredero de mi
paternidad, para guía y amparo de mis hijos. A la hermana,
¡pobrecita! Que tenga mejor suerte que hasta ahora vea pronto con
ella a sus hijos y a su pobre marido. Yo voy a unirme con nuestros
viejos y con nuestros hermanos.
Consuela a Dolores y a mis hijos. Que no me
lloren Que me recuerden y me imiten en la conducta moral que mi vida
señala
A Sotillos, Feli, Fina, Anita y familia; a la
abuela Petrilla, Maldonado. A Juliana, tus hijos, Miguel. A todos
con mi despedida eterna, les envío gratitud cariño, cuanto puedo dar
en esta hora póstuma de mi vida.
¡Cuantas cosas os diría! Sois mi vida mi mayor
asidero a ella. No sufráis y sed como fui con todos, hasta con los
adversarios y si algún día mis restos pueden descansar eternamente
en Vallecas, llevadme a su cementerio y así estaré cerca de lo que
tanto quiero y del pueblo en cuyo servicio rindo el tributo de mi
vida.
Adiós a todos y para siempre. En el ultimo
fulgor de mi vida corresponder al ultimo adiós a vosotros amados
míos.
Os envío como ultimo testimonio de cariño, mis
besos más puros más amantes más dignos de la pasión nobilísima que
vuestro recuerdo inspira a mi corazón.
Dolores, hijitos, no se como terminar, aun no
creo que estas son mis ultimas palabras y sin embargo así es. Que
la suerte os haga leve esta pena y la vida os depare motivos de
pronto y eficaz consuelo. Yo os bendigo y os despido para siempre,
queriendo dejaros en estos renglones todo lo bueno, todo lo mas
amante de mi ser, para que viva eternamente entre vosotros y sea
vuestro amparo y vuestro consuelo en los días más amargos del
futuro. Y en la aurora de paz y de justicia que ha de4 llegar para
nuestra amada patria y para vosotros los que sin culpa ni motivo,
recogéis esta cosecha de pasiones y este quebranto incomparable.
¡Adiós, adiós todos, alma de mi alma, millones
de besos y ternuras de este infortunado que os adora y ve acercarse
el momento de morir. Sed buenos. Hasta la eternidad
Amós
Ediciones de la Torre:
1ª
edición, 2009. 352 pp. ISBN 978-84-7960-404-2
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