Durante
el pretérito se han ido enhebrando hechos, iluminados de una u
otra forma por personas muy especiales para mí, que fraguaron en
un acto creativo con forma de libro.
A
todas ellas dedico mi reconocimiento porque cada una en su medida
es responsable y cómplice de colocar azarosos detonadores en el
subconsciente, que liberaron recuerdos y sensaciones.
Y
una vez puesto en marcha el mecanismo, resultó fiebre compulsiva
el someterme a la ansiedad de escribir imágenes, de modelar la
memoria en pasta de palabras que cuajaban en negro sobre blanco.
Además.
en las últimas dos décadas la supervivencia ha requerido:
ejercer de periodista, de técnico sociocultural, de informático,
realizar mil y una actividades inefables, danzar de un lado a
otro, naufragar de roce en roce y despersonalizarme de oficina en
oficina.
El
retomar la estilográfica ha sido un paréntesis de vida en su
sentido más existencial, que es cuando el espacio y el tiempo se
visten de imaginación. Y esto se agradece.
Este
libro es ante todo un homenaje a la Mujer genérica, resumen de
mujeres. Y se debe a una serie de cruces y sucesos.
A
principios del 93 pasó Leonard Cohen por Madrid y escuché de su
garganta rota de navegante unas estrofas de una vieja canción
dedicada a Janis Joplin.
En
el texto se hablaba de amor, de personas que se encuentran,
que pasan de largo; se hablaba del eterno ritual. Y de las marcas
y huellas que ese inevitable intercambio de energía cosmogónica
que es una caricia llevada a las últimas consecuencias que deja
en los protagonistas. Eso regurgitó el limbo de la memoria.
Gracias Leonard.
Si
a Proust lo marcó una magdalena y su circunstancia, no es de
extrañar que haya detalles pasados, referidos a personas, que nos
graban a fuego una jungla de sensaciones y sentimientos. Es un
tesoro que a veces se relega, y el recuperarlo es una gozada.
Qué
maraña de recuerdos no han de estar entrelazados con una mirada
en un vagón de Metro que se aleja, con un beso insinuado, con el
descubrir palmo a palmo una piel o el imaginar que la mujer que
regresa, hace desnuda el camino desde el aeropuerto a casa.
Gracias a las mujeres conocidas. Gracias a las desconocidas.
Y
ese tesoro íntimo de recuerdos tenía que pasarlo al papel como
paliativo a su tenaz fugacidad. Quedaron, pues, las cuartillas
abandonadas a su suerte entre otros papelotes.
Meses
después me invitó Luis Pastor a un local donde cantaba. En ese día
celebraba su cumpleaños. Como siempre ocurre, tras comentarme lo
de la fiestorra, me empieza a picar sobre que no hago nada, que a
ver cuando nos ponemos en serio a trabajar alguna canción, que
soy un vago.
Esto
es habitual que lo diga cada vez que nos encontramos y yo
agradezco tales reconvenciones. Aquel día, por acallar sus
críticas amistosas, prometí llevarle una sorpresa. Un regalo
inasible de cumpleaños, y de ahí la dedicatoria. Este breviario
comenzó a tomar forma.
Con
Luis me ha unido siempre una química especial no ajena al hecho
de ser uno de los cantantes que mejor ha creado música a poemas
míos. Por esa química es lógico pensar que muchas noches hemos
hablado de mujeres, de historias, de detalles, en ese derroche
filosófico efervescente y absolutamente inútil que se teje entre
güisqui, cazalla o un buen ribeiro. Incluso sin decir palabra.
Gracias, Luis.
Remontémonos
ahora veinte años atrás. El primer poemario que publiqué en
España llevó el prólogo de mi tío abuelo Eduardo Blanco Amor.
Con Eduardo hemos compartido muchas charlas de literatura, de
exilios, de poesía, de historia y de amor por Galicia.
Lamentablemente
no era posible que escribiese una nueva presentación, pero
dándose la coincidencia de que el Año de las Letras Gallegas
estaba dedicado a él en 1993, sentí la necesidad sentimental de
que alguien de la "Tierra" estuviese implicado.
Aquí
entra en escena Margot Montero, que siempre ha constituido un
amable faro y punto de contacto en Galicia, y con quien hemos
compartido mesa, muralla, historietas periodísticas y
espectáculos cutres en el correspondiente antro y con los
apropiados personajes cutres.
Le
remití un borrador y la consigna: "Muestra esto a un artista
gallego hasta el tuétano y la condición es que le lleguen los
poemas, que los sienta próximo. La portada representa un reencuentro
con "a terra".
Ni
que decir que mi confianza en las opiniones de Margot es
total, así que dejé este contacto en sus manos. Además de ser
una mujer encantadora - como bien sabe mi querido primo Eduardo
Risco ( Dado) que es su compañero - y la responsable de la
televisión gallega en Lugo, conoce cada esquina del país y de
sus gentes. Gracias, Margot. Gracias, Dado.
Pocas
semanas después me comentan de Paco Pestana. Artista de nivel
sensible, que se enrolla con los versos, lo suficientemente zumbado
como para pringarse en lo que haga falta para remover grisáceos
panoramas. Ni el fax ni el teléfono sirven para conocer a la
gente.
Avión
hasta Santiago, autobús a Lugo y desembarco en una "posada
urbana" tintada en cueva de artistas desde hace tiempo, donde
Margot, Dado, Paco y quien esto cuenta despachamos abundantes
pecados gastronómicos, que en eso del yantar Galicia es lo que
es. Hablamos de lo humano y lo bestial, y hasta descubrimos el
sexo de los ángeles aunque no explicitemos las conclusiones.
El
colofón fue la visita a su estudio para conocer la obra
plástica. El comentario resumen es que se me puso la carne de
gallino. La obra de Pestana es impresionante en el sentido
literal, Sentí que este creador hacia poesía con volumen.
No
sólo aceptó implicarse en la portada, sino que en unas notas,
que tenía preparadas acerca del planteamiento de la misma,
indirectamente ya estaba resumido un prólogo. Todo encajaba como
un puzzle mágico. Gracias, Paco.
Meses
después recibí el collage para la portada y llegó la etapa de
buscar quien realizase el diseño. En esos días estaba dando unos
cursos de Imagen en un proyecto de televisión local. Uno de los
asistentes se dedicaba con un amigo a esa alquimia domeñada que
es el CAD. Ellos son los responsables del arte final de la
cubierta del libro. gracias, Juan Francisco y Javier.
Y
por último, y no por ello menos importante, estás tú, que
tienes este breve trabajo coral en tus manos. Decidas
guardarlo, decidas arrinconarlo, decidas regalarlo o decidas
encestarlo en la papelera. Gracias.
Madrid
/ Vallecas - Julio de 1994
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