He de
llorar sin lágrimas de miedo
por los rayos de luz que han apagado,
por el espíritu vencido bajo la noche
de la libertad prostituida.
Las espadas
cuelgan incipientes
como una lluvia delante de los ojos
y tengo que llorar en la huidiza sombra
de este podrido viento
que oxida la lealtad y pone hierros
al corazón de los hombres generosos.
Puesto que sólo
ojos me dejaron
para llorar por ellos largos ríos,
he de navegar en giros descubriendo
los tiempos que vendrán llenos de espuma
por donde nace el día,
allí donde germina el mundo nuevo.
Pues que el que
llora aún vive,
iremos yendo,
yendo, llorando, andando,
salvaje voz que ha de trocarse en grito,
en cuchillo de rabia y alboradas.
para limpiar el estiércol de la plaza.
Y puesto que cada
tiempo tiene tiempo,
éste es el tiempo de llorar,
pero llorar ANDANDO.
(*) Variaciones
sobre un poema de Celso Emilio Ferreiro
|